Aunque no se descarta cierta raíz árabe, cuentan las crónicas que el origen de la saeta podría estar en los cantos litúrgicos de la iglesia, sobre todo la de aquellos franciscanos que en el siglo XVI se establecieron en localidades andaluzas. Un canto, un rezo, con el que se llenan de emoción las noches de la Semana Santa, en la calle o desde un balcón.